Te decías “de esta no
salgo” y fumabas nervioso un cigarrillo tras otro
(llevabas una caja de las
de zapatos llena de pitillos, bien guardada en tu baúl bajo candado;
los había liado uno a uno tu novia, que se llamaba como esa otra
reina normanda, Matilde, que tejió un tapiz larguísimo con la gesta
de su esposo: igualmente la tuya con esa actividad absorbente se
consagraba a tí en tu ausencia; si llegaras vivo a puerto te
esperaría otra caja igual para la siguiente singladura)
Mira que sabemos los
españoles de improvisaciones. Demasiado. Pero eso de navegar sin
artillería, y colocar unos tubos para que parecieran cañones... Y
salir al Estrecho a combatir en esas condiciones...
Aunque vuestro barco, el
destructor Gravina, navegaba con las luces apagadas, os divisó el
crucero Cervera, que os persiguió y abrió fuego una y otra vez.
Un espectáculo
estremecedor pero no exento de belleza: A vuestro alrededor silvaban
los proyectiles del 15,24 que caían al agua provocando grandes
surtidores. Navegábais en zig zag, intentando escapar, pero un
cañonazo entró de lleno en la cámara de máquinas de popa;
milagrosamente la espoleta no funcionó, y el proyectil atravesó la
estructura e hizo otro boquete de salida bajo la línea de flotación.
A duras penas se pudo achicar el agua empleando la falsa inyección
de las bombas centrífugas de circulación de agua de mar a los
condensadores.
La única salida en esas
condiciones fue enfilar la cercana Casablanca y refugiarse en su
puerto.
Allí vivísteis horas de
intriga y tensión mucho antes que la ficción cinematográfica
consagrara el lugar por el irreal Rick's Café Americain en
cuya barra se apoyara con gesto abandonado un Humphrey Bogart
impecablemente vestido de blanco.
Los cruceros enemigos
quedaron al acecho, pues sabían que teníais que salir en pocas
horas. Adicionalmente, empezaron a revolotear unos tipos siniestros
ofreciendo ventajas a quien se pasara al enemigo, aún más si se
entregaba el buque. La intriga tuvo éxito: casi todos los oficiales
del buque desertaron.
Quiénes peores, si esos
corruptores galgos verdugos (Corpus Barga dixit), o esos
matones del comité revolucionario que tienes a bordo.
Así pues, hubo que echar
cojones para violentar el bloqueo y salir de Casablanca: parecía la
crónica de una muerte anunciada. Ya en demanda de Cartagena os cortó
el camino de nuevo el crucero Cervera, que empezó a cañonear tu
barco, presa fácil sin cañones ni oficiales.
Y como os disteis por
perdidos, alguien dijo: “vamos a abordar a ese hijoputa y nos vamos
a pique juntos”.
Nadie dijo nada, sólo
tragásteis saliva, grave el continente mientras los silencios se
agolpaban en la boca, y lo demás pasó como en un trance.
Virando con decisión,
pusísteis proa al crucero a toda máquina; ordenaste cargar los
tubos lanzatorpedos a sabiendas de que sería raro que llegaran a
poder usarse; los cañones postizos eran tan inofensivos como las
escopetas de feria.
Pero el barco entero era
espolón de cóncava nave de Salamina:
con su sacrificio acaso
se salvara Atenas!
Y entonces sucedió el
milagro: en el crucero vieron claro el propósito suicida y se
acojonaron, viraron en redondo y huyeron a toda máquina, bien que
pegando cañonazos.
Y es que de proa el
Gravina se mostraba tan breve como la sección de un cuchillo, y no
era fácil acertarle.
Todo era extraño; eran
extraños los días, aquella guerra, y sobre todo era extraño seguir
vivo.
Seguías fumando y te
sabía mejor, aunque cada vez que prendías un cigarrillo tuvieras
que regalar otros dos.
Tomaste la foto justo
después, con aquella Agfa de fuelle que años después me regalaste,
navegando ya hacia Cartagena, desde el puente hacia popa, mala mar,
aún se ve en la borda una grúa suelta, el hueco por la pérdida de
una de las chalupas de salvamento durante el intercambio de disparos.
Recuerdo que en otra foto
pareja de ésta un golpe de mar tapaba todo el barco salvo las
chimeneas y el palo.
Pedro Bastida, cuánto
agradezco que hurtaras tu cuerpo a las balas, a la metralla y a los
miserables que luego premiaron tu valor con una prisión militar,
condenando por “auxilio a la rebelión” a uno de los varones más
fieles y más honrados que he conocido en mi vida, y cuyo coraje y
dignidad tanto me han servido de ejemplo. Imagínatelo, me estoy
haciendo viejo y aún me dura.
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