jueves, 12 de marzo de 2015

30 de septiembre de 1936



Te decías “de esta no salgo” y fumabas nervioso un cigarrillo tras otro

(llevabas una caja de las de zapatos llena de pitillos, bien guardada en tu baúl bajo candado; los había liado uno a uno tu novia, que se llamaba como esa otra reina normanda, Matilde, que tejió un tapiz larguísimo con la gesta de su esposo: igualmente la tuya con esa actividad absorbente se consagraba a tí en tu ausencia; si llegaras vivo a puerto te esperaría otra caja igual para la siguiente singladura)

Mira que sabemos los españoles de improvisaciones. Demasiado. Pero eso de navegar sin artillería, y colocar unos tubos para que parecieran cañones... Y salir al Estrecho a combatir en esas condiciones...

Aunque vuestro barco, el destructor Gravina, navegaba con las luces apagadas, os divisó el crucero Cervera, que os persiguió y abrió fuego una y otra vez.

Un espectáculo estremecedor pero no exento de belleza: A vuestro alrededor silvaban los proyectiles del 15,24 que caían al agua provocando grandes surtidores. Navegábais en zig zag, intentando escapar, pero un cañonazo entró de lleno en la cámara de máquinas de popa; milagrosamente la espoleta no funcionó, y el proyectil atravesó la estructura e hizo otro boquete de salida bajo la línea de flotación. A duras penas se pudo achicar el agua empleando la falsa inyección de las bombas centrífugas de circulación de agua de mar a los condensadores.

La única salida en esas condiciones fue enfilar la cercana Casablanca y refugiarse en su puerto.

Allí vivísteis horas de intriga y tensión mucho antes que la ficción cinematográfica consagrara el lugar por el irreal Rick's Café Americain en cuya barra se apoyara con gesto abandonado un Humphrey Bogart impecablemente vestido de blanco.

Los cruceros enemigos quedaron al acecho, pues sabían que teníais que salir en pocas horas. Adicionalmente, empezaron a revolotear unos tipos siniestros ofreciendo ventajas a quien se pasara al enemigo, aún más si se entregaba el buque. La intriga tuvo éxito: casi todos los oficiales del buque desertaron.

Quiénes peores, si esos corruptores galgos verdugos (Corpus Barga dixit), o esos matones del comité revolucionario que tienes a bordo.

Así pues, hubo que echar cojones para violentar el bloqueo y salir de Casablanca: parecía la crónica de una muerte anunciada. Ya en demanda de Cartagena os cortó el camino de nuevo el crucero Cervera, que empezó a cañonear tu barco, presa fácil sin cañones ni oficiales.

Y como os disteis por perdidos, alguien dijo: “vamos a abordar a ese hijoputa y nos vamos a pique juntos”.
Nadie dijo nada, sólo tragásteis saliva, grave el continente mientras los silencios se agolpaban en la boca, y lo demás pasó como en un trance.

Virando con decisión, pusísteis proa al crucero a toda máquina; ordenaste cargar los tubos lanzatorpedos a sabiendas de que sería raro que llegaran a poder usarse; los cañones postizos eran tan inofensivos como las escopetas de feria.

Pero el barco entero era espolón de cóncava nave de Salamina:
con su sacrificio acaso se salvara Atenas!

Y entonces sucedió el milagro: en el crucero vieron claro el propósito suicida y se acojonaron, viraron en redondo y huyeron a toda máquina, bien que pegando cañonazos.

Y es que de proa el Gravina se mostraba tan breve como la sección de un cuchillo, y no era fácil acertarle.

Todo era extraño; eran extraños los días, aquella guerra, y sobre todo era extraño seguir vivo.
Seguías fumando y te sabía mejor, aunque cada vez que prendías un cigarrillo tuvieras que regalar otros dos.

Tomaste la foto justo después, con aquella Agfa de fuelle que años después me regalaste, navegando ya hacia Cartagena, desde el puente hacia popa, mala mar, aún se ve en la borda una grúa suelta, el hueco por la pérdida de una de las chalupas de salvamento durante el intercambio de disparos.
Recuerdo que en otra foto pareja de ésta un golpe de mar tapaba todo el barco salvo las chimeneas y el palo.

Pedro Bastida, cuánto agradezco que hurtaras tu cuerpo a las balas, a la metralla y a los miserables que luego premiaron tu valor con una prisión militar, condenando por “auxilio a la rebelión” a uno de los varones más fieles y más honrados que he conocido en mi vida, y cuyo coraje y dignidad tanto me han servido de ejemplo. Imagínatelo, me estoy haciendo viejo y aún me dura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario