domingo, 24 de abril de 2022

Lo viejo y lo nuevo en la Guerra de Ucrania







 La guerra de Ucrania ofrece contrastes muy violentos; de un lado, asistimos a un cambio en la forma de hacer la guerra, motivado, claro, por la tecnología; de otro, vemos cómo se siguen usando materiales de guerra absolutamente obsoletos.

Con la ayuda masiva a Ucrania se ensayan los sistemas más avanzados de drones y misiles que convierten todo el material convencional en chatarra.

La aparente generosidad de las naciones apenas oculta, una vez más, el negocio inmenso y obsceno de los fabricantes de armas, que van a vender esos misiles y esos sistemas con el sello de 'tested in combat', y el aval de haber destruido cientos de blindados o aeronaves.

Los muertos ahí quedan, ya les llorarán sus madres.

Materiales muy costosos, como tanques y helicópteros, se hacen vulnerables frente a la sufrida infantería. Es otra revolución en la tecnología de los armamentos.

Tampoco se libran los grandes buques de superficie.

Los rusos se paseaban, confiados, por la zona de conflicto con su buque insignia, el Moskva, todo un crucero de casi 20.000 toneladas y más de 180 metros de eslora, cuajado de lanzaderas de misiles, pero en realidad un anacronismo flotante, botado en 1979, que a mí me recuerda mucho el papelón que hizo en la guerra de las Malvinas el viejo General Belgrano, un crucero superviviente de la II Guerra Mundial, que fue igualmente hundido sin pegar un sólo cañonazo.

Como pusiera de relieve Sergei Eisenstein en su cine, con frecuencia nos emociona la tensión entre lo viejo y lo nuevo, que también se da, con enorme intensidad, en este conflicto.

Ya hundido el Moskva, me entero por Facebook que los rusos envían en busca del pecio a un buque de salvamento que se llama 'Kommuna'.

Nada de particular, ¿no?

Por el nombre, está claro que debe tratarse de un buque de la era soviética, porque hace referencia a un hito comunista, la 'Pariskaya Kommuna', la Comuna de París de 1871.

La realidad es aún más sorprendente, dado que este buque fue botado en 1915 para salvamento de submarinos, y por tanto enarboló la bandera zarista.

Participó activamente en la Revolución y en la Guerra civil posterior. Se llamó 'Volkhov' hasta 1922, cuando se cambió su denominación, apenas unos días después de la constitución oficial de la República Soviética.

Os adjunto una instantánea donde aparece en el prestigioso anuario naval Jane's Fighting Ships de 1938. En realidad ha seguido apareciendo en esa publicación hasta nuestros días; ningún buque ha estado en el Jane's desde 1915 a 2022, ni siquiera nuestro Juan Sebastian de Elcano.

El Kommuna estuvo al borde del desguace más de una vez, pero al final iba siendo recuperado y actualizado.

Durante la II Guerra Mundial estaba entre el Báltico y el lago Ladoga rescatando tanques, vehículos y otras mercancías de cargueros o convoyes hundidos; también sufrió el sitio de Leningrado.

Es, además, uno de los buques más raros del  mundo; se trata en realidad de dos barcos con su propia maquinaria uncidos a la estructura de una grúa; dicho de otro modo, es un gigantesco catamarán.

Su planteamiento consistía en enganchar el submarino siniestrado e izarlo hasta anclarlo en el canal central del buque. Muy ingenioso, pero raramente practicable en alta mar.

De hecho, cuando en 2000 tuvo lugar la desgracia del submarino Kursk en el Báltico, el Kommuna nada podía hacer para auxiliar a los marinos que allí sufrieron una cruel agonía.

¿Qué va a hacer ahora el Kommuna con el gran crucero Moskva

Pues desde luego, no puede sacarlo del fondo del mar, porque las enormes dimensiones del pecio hacen inviable cualquier intento.

En realidad le envían para recuperar algún cargamento o elementos que portara a bordo (exactamente la misma tarea para la que ya se revelara útil en 1944).

Y ¿de qué se debe tratar, tan precioso, como para intentar esta arriesgada operación de rescate?
Pues según se dice, es posible que el Moskva portara, entre otras cosas (además de un pedazo del 'lignum crucis', una valiosa reliquia de la Iglesia Ortodoxa) dos cabezas nucleares tácticas...

Otro violento contraste éste, y no sé si corresponde al ámbito de lo  tecnológico, lo teleológico, lo teológico, o todo ello a la vez: mientras unos invocan el recurso invisible de la inteligencia artifiial, satélites y drones otros navegan confiados en la Divina Providencia y en el mágico poder de un fragmento de la Cruz, que se ha perdido en combate, como les pasó a los Cruzados frente a Jerusalén en 1187.

En cuanto conocí la noticia del envío del Kommuna y ví las fotos,  una vez recuperado de la sorpresa, aún mayor de la que me produjo ver fusiles Mosin Nagant de 1891 o ametralladoras Maxim de 1910, recordé un buque español muy parecido, el Kanguro, que servía exactamente para lo mismo, para rescatar submarinos, y que también era un catamarán.

Fue botado en 1920, y pasó la Guerra civil en Cartagena. A nosotros nos duró muy poco, dado que en 1943 fue dado de baja y desguazado. 

Os adjunto fotos de los dos buques, ciertamente extravagantes, pero no tanto como la evidencia de que en una guerra del año 2022, se están todavía usando materiales que sirvieron al Zar de todas las Rusias.